¿Quieres llegar a Jesús?
Fecha: 17/06/2006
Pasaje: Marcos 5:24-34
Dice la Palabra de Dios: Fue, pues con él, y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una mujer que padecía desde hacía doce años de flujo de sangre, y había sufrido mucho, yendo a muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solo su manto, seré salva. Y enseguida la fuente de su sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: ves que la multitud te aprieta y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.
Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva, ve en paz, y queda sana de tu azote. (Marcos 5:24 - 34)
Que la gracia, la paz, la virtud y el amor de Cristo se halle con usted este día.
El poder no está en el hombre, sino en la Palabra de Dios, que tiene todo el poder del cielo para libertar, sanar, romper ataduras y desatar las ligaduras de las almas ligadas a Satanás. Nada tiene que temer, porque a partir de este momento, Jesucristo está a su lado. El vino a la tierra para salvar y sanar a todos los oprimidos por el diablo.
Jesucristo, el Dios de amor, el Dios de misericordia, iba por las aldeas, pueblos y ciudades, predicando el evangelio de salvación, sanidad, paz y amor en un mundo sumergido en el caos y la violencia.
¿Qué acontece en la actualidad? La maldad ha sido multiplicada, y por tal motivo hay una gran necesidad de Dios en la tierra.
¿Sabe por qué?
Porque los hombres y las mujeres se han olvidado de Dios, desarraigando todo amor y comunión, para alejarse llevados por sus malos pensamientos, detrás de sus vicios y pecados.
Quiero decirle que hoy podrá reconciliarse con Dios por medio de Jesucristo.
La Biblia dice que una gran multitud iba detrás de Jesucristo. Lo mismo sucede en la actualidad. Grandes multitudes llegan a las campañas. No llegan para oír a ningún hombre, sino que buscan que Dios hable a su vida para recibir bendición. La gente iba detrás de Jesús porque había poder que salía de Él, y todo aquel que lo tocaba era sanado de cualquier enfermedad. La Palabra de Dios nos dice que una mujer con flujo de sangre, con más de doce años de enfermedad, seguía a Jesús porque decía: Si solamente tocare el manto de su vestidura, seré sana de mi enfermedad.
Esa mujer tenía una terrible enfermedad, oyó hablar de Jesús y comenzó a seguirlo sin importarle la multitud que había delante de ella.
Ya había gastado casi todo su dinero en consultas médicas, pero cada vez le iba peor, y no había ninguna solución para su enfermedad.
Quizás usted haya recurrido a brujos, curanderos, hechiceros, yerberos y espiritistas buscando vanamente solución para sus problemas. Ahora ha oído hablar de Jesucristo. Si tiene alguna enfermedad, Jesucristo, el Hijo de Dios, ha venido para salvarlo, sanarlo y darle vida eterna.
Quizás quiere tocar la vestidura del Señor, simplemente por curiosidad, deseo, necesidad, en busca de la bendición de Dios para su sanidad solamente. Quizás quiere venir detrás de Jesucristo por algo permanente y duradero buscando el amor, la misericordia y el camino a la verdad.
¿Sabe qué dijo Jesús? Dijo que él vino para buscar y salvar a los que se habían perdido.
Dice también la Palabra de Dios: El alma que pecare ciertamente morirá.
Pero ¿sabe una cosa? En estos momentos Jesucristo está a su lado. El venció a la enfermedad y a la muerte. Solamente tiene que creer y tendrá la vida eterna.
Una mujer que iba detrás de Jesús, enferma, débil y padeciendo una enfermedad incurable, oyó hablar de Jesús, y comenzó a seguirle diciendo: Si tan solo tocare el manto de su vestidura, seré sana. Imagine a millares de personas que rodeaban a Jesús, pero ella había dispuesto en su corazón tocar sus vestiduras. En su debilidad intentaba llegar a Él, caía al suelo, volvía a levantarse, era golpeada y pisoteada por la multitud, pero nada le impediría llegar a Jesús.
La mujer tenía fe, y en su corazón tenía la certeza de que sería sanada de su enfermedad.
Hoy nadie puede impedir que usted haga lo mismo. Jesucristo está a su lado, y usted puede tocar su vestidura.
Cuando esa mujer pudo tocar el borde de las vestiduras de Jesús, la fuente de su sangre inmediatamente se secó. Jesús, dándose cuenta que había salido poder de Él, miró a su alrededor preguntando quién había tocado sus vestiduras. Sus discípulos le dijeron: Señor, ves la gran multitud que te aprieta y empuja, y preguntas quién ha tocado tus vestiduras.
Jesús, que sabía todas las cosas, también hoy conoce perfectamente su corazón, su vida, sus problemas, sus necesidades, su enfermedad y dolor. No tema, solamente crea, y verá la Gloria de Dios.
Jesús sabía lo que había sucedido con esa mujer al tocarle su vestidura. Ella también sabía lo que le había sucedido, y se postró delante del Señor.
Jesús le dijo: Tu fe te ha salvado. Ve en paz y queda sana tu azote.
Esa mujer nos dejó un gran ejemplo de fe, certeza y seguridad. Jesús no ha cambiado. El es el mismo ayer, hoy y por los siglos. ¿Quién puede impedirle a usted que extienda su mano para tocar sus vestiduras?
En Cristo hay virtud y poder. Si tiene fe, recibirá el poder del cielo.
En un mundo corrupto, lleno de angustias, vicios e inmoralidad, hay una luz que se enciende donde se predica el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Allí está la santidad de Dios para limpiar las almas que han vivido presas del vicio, de la maldad y del pecado. Tienda su mano de fe y toque el borde de las vestiduras del Señor. Rinda su vida, su corazón y acepte a Cristo. Jesucristo quiere salvarlo, haciendo morir su vieja vida llena de pecados, de odio y de maldad.
Entréguele su alma a Jesucristo para que a partir de este día pueda decir: Nueva criatura soy, las cosas viejas pasaron.
Si está dispuesto a hacerlo, cierre sus ojos y repita esta oración:
Padre y Señor mío, te doy gracias ahora por tu amor, por tu poder, por tu misericordia. Me arrepiento Dios, de todo corazón, de todas mis faltas, y de todas mis rebeliones.
Te acepto, Jesucristo, como mi Señor, como mi Rey, como mi Salvador. Guarda mi hogar, Dios mío, guarda mi familia, guarda mi vida. Te pido, Dios, que anotes mi nombre en el libro de la vida. Guárdame hasta tu venida, Señor mío y Dios mío. Te doy gracias ahora, por Jesucristo. Amén.
